ENTAMU

El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.

Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.

jueves, 22 de febrero de 2018

CAMPANAS Y CLARISAS




En Febrero de 1847, un asunto sin aparente importancia: las monjas clarisas que ocupaban el solar del antiguo convento de San Francisco iban a trasladarse a Oviedo, y habían decidido hacerlo Ilevándose con ellas las campanas del citado convento.
EI pueblo y el Ayuntamiento de Avilés se sintieron ultrajados, por cuanto aquellas campanas habían sido compradas por los vecinos de la Villa y le Cofradía de San Antonio de Padua. EI pueblo se hallaba conmovido, y el alcalde impidió bajar las campanas.

EI Gobernador de la provincia sin embargo ordeno el traslado, pero los avilesinos lo impidieron ocupando el convento. El Ayuntamiento, claramente favorable a la protesta, ya que consideraba las campanas de propiedad municipal, intentó controlar la situación designando una "guardia de vecinos honrados" para custodiar la puerta del edificio y enviando al Marques da Ferrera para mediar ante el gobernador civil y eclesiástico. Pero la presión de estos era máxima.

La ciudad entró así en una especie de toque de queda (se prohibieron las reuniones, los gritos, etc), el alcalde y el síndico del ayuntamiento fueron multados con mil reales y el ayuntamiento entero acusado de complicidad

Solo entonces depuso su actitud (que perdonó un mes mas tarde la multa al alcalde) que finalmente logró el traslado de las campanas a costa de una ocupación militar da la ciudad durante cuatro días (24 al 28 de Febrero de 1847).

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