ENTAMU

El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.

Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.

sábado, 20 de enero de 2018

EL MARTINETE DE VILLALEGRE

El Martinete, ubicado en lo que hoy son las canchas de deporte del Colegio Público Apolinar García Hevia, fue la metalurgia del cobre hace 300 años en Avilés, motor de la economía municipal y proveedor de la materia básica para que los caldereros remendones y tratantes remataran definitivamente las piezas de valor que pasaban al mercado local, regional y nacional: calderos, ollas, potas, alambiqueros, etc. Estos caldereros trabajaban fundamentalmente en el Vidriero, Miranda y la calle la Ferrería.

En 1700 está datado el Martinete de Solís, con 119 caldereros en 1753. Diego Benito Gutiérrez, tratante del cobre, compra, en el año 1755, una propiedad en Villalegre para habilitarla como martinete, ubicada entre el Castañedo y La Espina, y que consta de una casa con pajar, un molino harinero y ½ Ha. para cultivo. Su instalación sigue el modelo de las fábricas vascas. Inicialmente parece que pasa por serias dificultades debido a los gastos originados por la construcción del martinete, al pago de los impuestos y al poco caudal del río. Sin embargo los datos parece que no se ajustan a la realidad y que más bien tendían a evadir el pago de impuestos, porque Diego Benito Gutiérrez construye el Palacio del Martinete, la capilla anexa, con pomposo escudo en la fachada principal, y el martinete como tal, con la ñora y los cazos para hacer funcionar el mazo. El escudo de Diego Benito es el que está colocado sobre la fuente de los caños a la entrada de la calle La Fruta, en Avilés. En 1761 tiene 12 obreros en plantilla y 13 en 1771, mano de obra cualificada, de condición hidalga y de origen vasco o de los expertos caldereros de Miranda. Inicialmente se abastece con la materia prima de Perú y Chile, pero se trata de un cobre agrio, frágil y poco maleable. Posteriormente adquiere el cobre en el Norte de Alemania, Hamburgo, de mejor calidad. El carbón vegetal procede de los montes de Corvera.

Juan Antonio Muñiz Lorenzana, párroco de Corvera, describe la realidad del cobre: La Revolución Francesa corta el suministro del cobre procedente de Hamburgo por lo que es necesario volver a usar el de las colonias, Perú y Chile, más barato dado que no hay que pagar impuestos de importación, pero, a causa de su mala calidad es necesario adaptarlo, calcinarlo previamente y someterlo a un proceso de reverberación, para convertirlo en maleable. Se construyen dos hornos de reverberación, con 10 operarios. En 1819 adquiere la propiedad Pantaleón Carreño. Se incorporan a la producción importantes armadores y comerciantes vascos: Zaldúa y Legorburu. Con la independencia de las Colonias es necesario adquirir la materia prima en el país vasco, llegando a producirse 28 Tm. anuales, lo que significa un notable aumento. La época de mayor esplendor es la correspondiente al período transcurrido entre 1814 y 1850. Aparecen ligados al Martinete del Río Arlós apellidos como Solís, Legorburu, Pantaleón Carreño (que fue alcalde de Avilés), Rodríguez de la Flor y Adriano Troncoso. En 1845 desaparece el martinete de Solís y queda sólo el de Villalegre. Madoz describe tres oficinas:- Dos hornos de refrigerado.
- 1 fragua
- 1 de acabado.
Todos ellos se entienden como talleres independientes del propio martinete. En 1833 estallan las Guerras Carlistas por lo que la materia prima hay que buscarla en Asturias, Galicia y León, y hacia estos lugares se dirige especialmente la exportación. En 1839 tiene un beneficio anual de 200.000 reales porque la mitad del
comercio avilesino está relacionado con el cobre.

A partir de 1857 los herederos tienen menor empeño en el martinete y se orientan más a profesiones liberales. Siguen apareciendo apellidos ilustres relacionados con el martinete: Arenas, Carvajal y Fernando Carreño, médico que en 1875 usa la mansión como residencia de verano. Residencia cerrada con muro de mampostería, y cuya fachada principal miraba hacia el Este, con amplio camino franqueado por árboles ornamentales y frutales desde el portón hasta la entrada de la casa. La guerra civil destruyó parte de la capilla anexa, y por último, el campo de deportes del Colegio público Apolinar García Hevia ocupó el espacio del Martinete.

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