ENTAMU

El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.

Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.

sábado, 3 de marzo de 2018

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE



A mediados XIX y finales del siglo XIX mucho jóvenes asturianos se fueron a “hacer la habana”, según se cuenta venían cargados de dinero, pero para la inmensa mayoría de ellos la realidad era muy distinta. Reproducimos un artículo extraído del periódico madrileño “La Época” del 24 de septiembre de 1860:



“Continúa la emigración para Ultramar de la juventud de nuestras provincias del norte. Días pasados se embarcaron en Ribadesella, en el bergantín Juanito, 22 jóvenes. Quizá a estas fechas habrá salido de Gijón el bergantín Habana con otros 200. Avilés se encarga también de dar salida a 800 o 900 pasajeros; Luarca y otros puertos surten también plazas a Cuba, y en fin, pasarán de 3000 los viajeros que en el año actual dará Asturias, y eso que el descenso es casi conocido porque no hay gente, y por consiguiente, a medida que escasee la población, escaseará también la juventud que emigra.

 A propósito de esto dice el corresponsal del “Faro Asturiano”, creo del caso traer aquí una conversación habida con unos jóvenes que volvían de América. Venían el 15 del corriente en la silla-correo de Oviedo. ¡pobres jóvenes! a la edad de 22 años, su fisonomía representaba la de 40. Enfermos, decrépitos, más bien parecían seres de aquellos que están próximos a agotar su existencia. Interrogados sobre su venida, respondieron la debían a sus ahorros y privaciones, pues si así no fuese, ni aún el consuelo les quedaba de volver al seno de la familia. “Los que salvan de una muerte prematura, dicen que se ven envueltos en la miseria, y cuantos conocemos que vendrían para España, si tuviesen con que pagar el pasaje. Allí el que consigue colocarse por la comida está de enhorabuena, y en cambio dejan en nuestra patria de ganar un jornal decente.”

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