A mediados del año 1877 se levantó el Teatro Circo Somines, que fue destruido por la aviación durante la Guerra Civil en 1937.
Por discrepancias con los propietarios de dicho local, sus propietarios (los componentes del “The Booting Club), fabricaron en 1908, y abrieron al público en 1909, el Pabellón Iris. El Palacio Valdés, en agosto de 1920 se abrió al público. Luego se fabricaron los locales del Florida, Marta y María, y Clarín. Estos son de ayer, y de ellos sólo los dos últimos están en condiciones de actuar como teatros, por tener algún espacio reservado, y medio preparado para escenario.
Los aficionados avilesinos de anteayer y anteanteayer – actuaban, pues bien, en el salón de sesiones del Ayuntamiento, bien en la sala de fiestas del Liceo y de la Sociedad Obrera-Industrial, bien en los escenarios del Teatro Circo Somines o Iris.
Tengo oído hablar de las magníficas representaciones y conciertos dados en el Liceo, donde la buena sociedad avilesina se reunía. Suenan en mis oídos ecos de los nombres de las familias que ponían a contribución su arte para organizar conciertos y representaciones. Y ahí van unos cuantos de las y los, que, en aquella época, bullían: Gendín, Carreño, Fernández Quevedo, Arias, García Zabala...
Estaba situado el Liceo en donde está hoy la Escuela de Artes y Oficios, era un edificio antiguo, de entrada verdinosa y húmeda.
La Sociedad Obrera Industrial radicaba en el bajo y principal de lo que es hoy el Hotel Serrana (Banco Herrero en la calle de la Muralla) en el mismo actual edificio. La sala corría de Este a Oeste, y era capaz para 200 o 300 personas. Un escenarillo con cuatro malos bastidores y unas pobres y raquíticas bambalinas se levantaban en la parte Este, frente a la Iglesia de San Nicolás, más tarde al cambiar la escalera de acceso, se colocó en la parte Oeste para dar más amplitud a la sala.
Las iniciativas teatrales partían, desde el año 1890 hasta bien entrado el siglo actual de esta simpatiquísima sociedad, funciones benéficas…, patrióticas…, de recreo, todo salía de aquella inolvidable casa, donde la juventud palpitaba gozosa, irradiando alegría en su torno.
Juzgara el lector, que los descendientes de los que habían osado poner en escena con éxito una ópera, no iban a encogerse ante una zarzuela o un juguete en tres actos. Desde la inocente “Receta contra las suegras” hasta “Marina”, todo paso por los aficionados avilesinos.
De director de escena y máximo voto en la materia, oficiaba Don Froilán Arias Carvajal, imponiendo su criterio respecto a las obras, hasta que los éxitos de Quintero, Martínez Sierra, Benavente, etc…, hicieron que los aficionados se decidieran a cambiar de repertorio, recurriendo a los repetidos y aplaudidos autores.
Yo recuerdo haber visto, muy bien representadas, zarzuelas como “la leyenda del monje”, “El hombre es débil”, “Los dos ciegos”, “El gorro trigio”, “Los puritanos”, “El puñao de rosas”, “María de los Ángeles”, “El año pasado por agua”, etc…, y en cuanto a comedias se pusieron en escena, “El patio”, “El amor que pasa”, “El genio alegre”, “Doña Clarines”, “En un lugar de la Mancha”, “Las olivas” “El tío de la flauta”, “Lo cursi” y otras muchas que escapan a mi memoria.
Ahí van algunos nombres. Antes de 1893, tengo oído hablar de una hermana cuñada de Don Vicente Rubio, jefe, por entonces, de la Estación del Norte en San Juan de Nieva. Una bonísima aficionada con la que me tocó trabajar en una función patriótica celebrada en el Teatro Circo Somines, en el año 1898, era Antonia Artíme, Carmina Suárez Álvarez… Y de ellos José Benigno García, Servando Campa, Gregorio Heres, Armando Mareuse… Como estos dos últimos, aún bregue yo por los escenarios.
Después llegaron otras y otros: Carmen Vázquez y América Rodríguez, dos excelentes tiples; Herminia López Olamendi, una contraalto formidable, Natividad Pérez y Bernardina Villasana, dos tiples cómicas muy saladas, Piedad Hevia y Pacita Álvarez Fernández y el coro formado por chicas muy guapas y de gran intuición artística, y, sobre todo musical. Ellos eran entonces, Bernardino Hevia, Polledo, Francisco del Viso, Julio Vega y Ángel Álvarez, dos tenores muy buenos, José Carreño, Julián Marcos, Laureano Menéndez, barítonos excepcionales, el que suscribe y otros muchos que, de momento, no recuerdo.
Pasados los últimos años del siglo, se formaron conjuntos entre las chicas. Las representaciones tomaron, entonces, otro vuelo, y, aunque se represento alguna zarzuela como “Aquí falta un hombre”, los aficionados tendieron ya a obras de empeño, y, en los escenarios del Teatro Circo Somines y del Iris, se aplaudieron conjuntos que podían parangonarse con cualquier formación profesional. Las obras eran ensayadas con toda meticulosidad y, entre los años 1902 y 1920, los aficionados avilesinos dieron muestras de que sus antepasados habían escenificado brillantemente una ópera, ellos podían ganarse la vida en las tablas representando comedias, si así se lo hubieran propuesto.
¿Algunos nombres de los de entonces? Ahí van: Margarita Blanco, Isabelina Suárez Puerta, Caridad Carreño, Josefina Gil, Paquita García Quevedo, María y Virginia González, Acacia Suárez, Socorro Rodríguez, María Silva, María Alfaro, María Amor G. Ovies, las hermanas Gómez Mallo… Y de ellos? Luís García de Castro y Gustavo R. Maribona; José García Quevedo, Luís y Jesús García Ovies, Román Suárez Puerta, Eloy F. Caravera, Ramón y Rafael Caso de los Cobos, Carlos Martínez, los hermanos Alfaro, Antonio María Valdés, Miguel Ovejero, Jesús González… y otros muchos cuya omisión no es falta de aprecio sino de memoria.
Esta fue a grandes rasgos, la historia teatral de los aficionados avilesinos de anteayer y de anteanteayer. No hice la historia de aquellos conjuntos de aficionados, sólo he perjeñado unos ligeros apuntes que, unidos a los que escriban mis otros dos compañeros de colaboración, darán al lector una pálida idea de este tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario