Carta de Carlos Pérez Arias
Avilés, a 13 de Noviembre de 1942
A quien pudiera interesar
Mi nombre es Carlos Pérez Arias. Nací en Pravia el 15 de agosto de 1892. Mi padre se llamaba Juan y mi madre, Marcelina. No tiene sentido narrar aquí mi infancia ni mi juventud, era un chiquillo travieso, de esos que dicen “si tiene usted un hijo pillo, métalo a monaguillo”. Crecí observando las desigualdades sociales que se daban en mi pueblo, fuente de tantas injusticias. Conocí el movimiento obrero, escuché varias veces las quejas de los trabajadores, pude ver sus huelgas, la forma atroz en que las fuerzas del orden las aplastan y el dolor de las doblegadas mujeres. Tuve la oportunidad de leer libros que daban fuerza a los obreros, atendí a las discusiones acerca de qué forma era la más conveniente para lograr la igualdad social. No se extrañe, mi ideología era de izquierdas.
Fui creciendo, estudié Medicina y pronto pude ejercer. Marché a Cuba como otros muchos pravianos a trabajar y hacer dinero, aunque no todos tuvimos la misma suerte. Allí, en La Habana, conocí a D. Víctor Candía, el cual me inició en la Logia “Silencio” en enero de 1926. Me gustaban esas reuniones de gentes de izquierdas que deseaban un mundo mejor en el que todas las personas fuésemos iguales ante la ley y ante las posibilidades que la vida puede ofrecernos; una educación laica igual para niñas y niños, para ricos y pobres; una verdadera creencia en el lema de la Revolución Francesa. No en vano entre las sociedades secretas surgidas en ese periodo de la Revolución se encuentra el germen de la masonería contemporánea. No estuve mucho tiempo en el “Silencio”, pues pronto regresé a España. En ella alcancé el 2º grado de compañero y elegí llevar el nombre simbólico de Pasteur: No es raro, soy médico. Ya en España, me fui a vivir a Avilés, la villa que mira a la mar. Echaba de menos aquellas conversaciones con mis compañeros masones. En Avilés no existía ningún cuadro: a finales del siglo pasado, en los ochenta, había 2 logias, La “Justicia” y “Concordia”, pero se disolvieron con la llegada del nuevo siglo. Fue en la vecina Gijón donde pude afiliarme de nuevo a una logia, La “Jovellanos”: Era el 17 de Mayo de 1931. Y recuperé mi nombre, Pasteur.
Pronto entablé amistad en Avilés con Marciano Conde Miguel, que era practicante; con el marino Mario Álvarez Cienfuegos, que sería gestor del Ayuntamiento, y su sobrino, Severino García Álvarez. También estaban los comerciantes Elceario Mariño Llames, que formaría parte del Ayuntamiento durante la Guerra, y Ángel García González. La mayoría éramos de Izquierda Republicana de Avilés, a la que me afilié desde casi sus inicios. Juntos fundamos el Triángulo “José Rizal” nº 16 en 1933. Segundo Calvo, Bernardo Rodríguez Viña y Ramón Muñoz (¿o era Martínez?) completaron la logia. Debíamos obediencia al Grande Oriente, pero la formación de nuestras logias, como en toda Asturias, no viene de Francia o Inglaterra, sino de Cuba: Los indianos conocimos allí como en otras zonas de la América Latina la masonería y, a nuestro regreso, se fueron formando los cuadros. Ángel, en Cienfuegos, se inició en la logia “Asilo de la Virtud” de Cuba y así otros muchos. Por otro lado, al igual que yo estaba afiliado a dos logias, mis compañeros también participaban en La “Jovellanos” o bien en La “Argüelles” de Oviedo, donde conocieron a Leopoldo Alas, el rector de la Universidad.
Nos reuníamos todos los lunes por la tarde en una de las secretarías de Izquierda Republicana, cuando el local estaba vacío. Cuando nos cogieron, nos acusaron de haber promovido el 34, pero no es cierto, durante esos días no nos reunimos, quedando la Logia disuelta por los sucesos. Llegó la Guerra. A mí me depuraron en Avilés, dijeron que era contrario al movimiento marxista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario