ENTAMU

El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.

Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.

miércoles, 21 de febrero de 2018

PALOS POR LA ESTACIÓN DE TREN EN 1899

Extraído del libro de Juan Carlos de la Madrid “Prensa y Sociedad en una Villa del Cantábrico”


“La llegada del ferrocarril a Avilés era una aspiración tan vieja que, cuando empezó a hacerse cierta, la expectación en la villa fue máxima, todos querían sugerir, todos querían entender, y, sobre todo, algunos querían influir en el trazado. Las expectativas eran tantas que, los dueños de terrenos o aquellos a los que beneficiaba que la villa creciese por un lugar o su contrario se pusieron en marcha. Se discutió primero por donde debía salir el ramal que llegase a Avilés, de Villabona o de Serín. Y aquí villabonistas y serinistas, entablaron ya batalla abierta que acabó plasmada en la prensa y en los enfrentamientos entre los periódicos que patrocinaban uno u otro lugar…..

Más tarde llegó la pelea por el emplazamiento de la estación. Los dos grupos se acusaban de lo mismo. Especulación urbanística en el fondo. Para unos la industria (donde más o menos se encuentra el antiguo matadero) era el lugar para que tres propietarios inclanistas (seguidores de Suárez Inclán) le sacasen rendimiento a sus solares pudiendo construir cerca de la nueva estación. Para los otros, los sanmiguelistas (seguidores del Marqués de Teverga) querían especular igualmente con la marisma de Cantos impidiendo el ensanchamiento de la ría en aquel lugar a consta de construir. Con este proyecto habían prometido el oro y el moro a los artesanos de Sabugo, asegurando que por ahí crecería la población y que, su siempre inestable situación, se arreglaría con trabajo de por vida. Por eso se conviertieron en firme baluarte del lugar de Cantos.

Y aquí se produjo la contienda. El proyecto original contemplaba el enlace en Serín y la estación en la Industria. Cuando sobre el primer emplazamiento, se suscito la alternativa de Villabona, el Marqués de Teverga convocó una reunión en el Teatro Circo Somines, con el fín de conocer la opinión de sus representados en Avilés. Fue favorable a Villabona y el Marqués apoyó el cambio aunque, era contrario a sus intereses y, sobre todo, a los intereses de sus partidarios más significativos, que venían defendiendo Serín desde hacía tiempo, en la calle y en la prensa. Pero, cuando se replanteó el trazado oficial para que el ferrocarril tuviese estación en la marisma de Cantos y no en la Industria como se esperaba, las influencias del marqués de Teverga consiguieron trocar el proyecto sin que entonces mediase consulta alguna, pensando, eso decían, en el interés general. Ahí se desencadenó la batalla, que primero fue política y de opinión pero acabó en las manos, una noche de San Juan de 1889.

Aquel domingo en el Parche, frente al ayuntamiento, aguardaban grupos dispersos de hombres en espera de la danza de mujeres que retornaba de Rivero. En Sabugo, en el campo de Caín, se iba concentrando un grupo de hombres con los ánimos muy alterados. Eran artesanos de Sabugo, trabajadores de las obras del puerto y aldeanos del contorno, todos al compás de la arenga cantista. Llevaban garrotes y navajas. Entre el recuerdo y la leyenda, los periódicos de entonces, quizá por exceso, anotaron unos 300 hombres que, subiendo la calle de la cámara arriba, llegaron en tromba hasta el Parche.
Acometieron sin miramientos a los que allí estaban, esperando para escuchar y repetir coplas satíricas por el asunto de la estación del ferrocarril. La agresión fue contundente a personas y cristales de las casas de Rivero, El Muelle y el café de Louvre. No hubo autoridades que impidieran la refriega. Los industriales sostenían , que entre los agresores, se encontraban dos tenientes de alcalde y un concejal. Al día siguiente el gobernador de la provincia envió doce guardias civiles mandados por un teniente.

Los garrotes del Marqués de Teverga dejaron doce heridos y un profundo corte entre la sociedad avilesina.”

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