Extraído
del libro de Juan Carlos de la Madrid “Prensa y Sociedad en una
Villa del Cantábrico”
“La
llegada del ferrocarril a Avilés era una aspiración tan vieja que,
cuando empezó a hacerse cierta, la expectación en la villa fue
máxima, todos querían sugerir, todos querían entender, y, sobre
todo, algunos querían influir en el trazado. Las expectativas eran
tantas que, los dueños de terrenos o aquellos a los que beneficiaba
que la villa creciese por un lugar o su contrario se pusieron en
marcha. Se discutió primero por donde debía salir el ramal que
llegase a Avilés, de Villabona o de Serín. Y aquí villabonistas
y serinistas, entablaron ya
batalla abierta que acabó plasmada en la prensa y en los
enfrentamientos entre los periódicos que patrocinaban uno u otro
lugar…..
Más
tarde llegó la pelea por el emplazamiento de la estación. Los
dos grupos se acusaban de lo mismo. Especulación urbanística en el
fondo. Para unos la industria (donde más o menos se encuentra el
antiguo matadero) era el lugar para que tres propietarios inclanistas
(seguidores de Suárez Inclán) le sacasen rendimiento a sus solares
pudiendo construir cerca de la nueva estación. Para los otros, los
sanmiguelistas (seguidores del Marqués de Teverga) querían
especular igualmente con la marisma de Cantos impidiendo el
ensanchamiento de la ría en aquel lugar a consta de construir. Con
este proyecto habían prometido el oro y el moro a los artesanos de
Sabugo, asegurando que por ahí crecería la población y que, su
siempre inestable situación, se arreglaría con trabajo de por vida.
Por eso se conviertieron en firme baluarte del lugar de Cantos.
Y
aquí se produjo la contienda. El
proyecto original contemplaba el enlace en Serín y la estación en
la Industria. Cuando sobre el primer emplazamiento, se suscito la
alternativa de Villabona, el Marqués de Teverga convocó una reunión
en el Teatro Circo Somines, con el fín de conocer la opinión de sus
representados en Avilés. Fue favorable a Villabona y el Marqués
apoyó el cambio aunque, era contrario a sus intereses y, sobre todo,
a los intereses de sus partidarios más significativos, que
venían defendiendo Serín desde hacía tiempo, en la calle y en la
prensa. Pero, cuando se replanteó el trazado oficial para que el
ferrocarril tuviese estación en la marisma de Cantos y no en la
Industria como se esperaba, las influencias del marqués de Teverga
consiguieron trocar el proyecto sin que entonces mediase consulta
alguna, pensando, eso decían, en el interés general. Ahí se
desencadenó la batalla, que primero fue política y de opinión pero
acabó en las manos, una noche de San Juan de 1889.
Aquel domingo en el Parche, frente
al ayuntamiento, aguardaban grupos dispersos de hombres en espera de
la danza de mujeres que retornaba de Rivero. En Sabugo, en el campo
de Caín, se iba concentrando un grupo de hombres con los ánimos muy
alterados. Eran artesanos de Sabugo, trabajadores de las obras del
puerto y aldeanos del contorno, todos al compás de la arenga
cantista. Llevaban garrotes y navajas. Entre el recuerdo y la
leyenda, los periódicos de entonces, quizá
por exceso, anotaron unos 300 hombres que, subiendo la calle de la
cámara arriba, llegaron en tromba hasta el Parche.
Acometieron sin miramientos a los
que allí estaban, esperando para escuchar y repetir coplas satíricas
por el asunto de la estación del ferrocarril. La agresión fue
contundente a personas y cristales de las casas de Rivero, El Muelle
y el café de Louvre. No hubo autoridades que impidieran la refriega.
Los industriales sostenían , que entre los agresores, se encontraban
dos tenientes de alcalde y un concejal. Al día siguiente el
gobernador de la provincia envió doce guardias civiles mandados por
un teniente.
Los
garrotes del Marqués de Teverga dejaron doce heridos y un profundo
corte entre la sociedad avilesina.”
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