En 1882 la revista madrileña "Escenas Contemporáneas" publicaba el siguiente artículo sobre Avilés:
UN
DIA EN AVILES
Cuando
se habla de los encantos y atractivos que Asturias tiene, sin
desconocer que hay en Galicia valles más extensos, y que en las
Vascongadas ofrecen mayores comodidades al viajero que las visita,
todo el mundo conviene, en que, ni en la variedad maravillosa de los
paisajes, ni en los motivos de expediciones que nos presenta a cada
paso, puede competir provincia alguna española con esta que tiene
por capital a Oviedo y está llena de recuerdos históricos.
Aquí
tenemos el famoso santuario de Covadonga, los restos de la
arquitectura románica de San Miguel de Lillo y Santa María del
Naranco, las magníficas fundiciones de La Felguera y de Mieres, la
fábrica de zinc de Arnao y las de fúsiles de Oviedo y la de cañones
de Trubia, las playas de Candás, Luanco y Ribadesella, las
intrincadas asperezas de Cabrales y la alegre costa de Llanes,
cuajada de naranjos y de magnolias. No es raro, por tanto, que la
estancia en Asturias se convierta en un viaje perpetuo.
Ya
en Oviedo, pocos resisten la tentación de visitar Avilés. Los
ovetenses tienen mayor cariño a este precioso puerto que a Gijón;
son propagandistas incansables de sus bellezas, trabajan con fruto
por su engrandecimiento y adelanto, y no perdonan a ningún forastero
que sube el Pajares sin haber visto antes Villalegre y la Ría. Hacen
bien. Estar en Asturias y no ver Avilés es imperdonable. No sabemos
quien ha dicho que Covadonga es el pasado de Asturias. Avilés muy
bien puede ser el porvenir.
Para
pintar con verdad y éxito seguro una alegoría de la vida asturiana,
escenas, tipos y paisajes, no hay preparación mejor que hacer el
viaje de Oviedo a Avilés un lunes. En este día de la semana los
avilesinos celebran mercado y la carretera está concurridísima. Lo
mismo que si se tratase de una romería. Los aldeanos con sus trajes
caprichosos y sus paraguas – hermanos gemelos de los que emplean
para dar serenata a Beatice los tres maridos en Boccacio- pueblan el
camino. Las mujeres llevan a la cabeza goxas, o sea grandes cestas
repletas de artículos que pagan derechos de consumo; los hombres la
tradicional montera ó el enorme sombrero redondo de anchas alas.
Pocos son los que no van seguidos de una vaca. Como no se concibe a
un cazador sin perro, no se comprende a un asturiano que no tenga
vaca á lo menos. La propiedad pecuaria anda por aquí muy dividida.
El
camino de Avilés es verdaderamente encantador. A cada paso ofrece
puntos de vista diferentes, Más que un camino parece la Calle Real
de un pueblo de la Mancha. Ni un momento dejan de verse quintas,
castillos, ventas, hórreos y caseríos. De tener caminos tan
poblados los portugueses los llamarían calles y pondrían número a
todas las casas para decir que tenían vías más largas que las de
Nueva York y Londres. Pocos minutos antes que Avilés está
Villalegre. Con razón puede llamarse así. Los asturianos no quieren
que se diga de ellos como Galdós de Orbajosa, que tenía para todos
los sitios más tristes, sucios y pobres, los nombres más
altisonantes y los calificativos más hiperbólicos. Villalegre es un
sitio delicioso, Sólo conozco más alegre que este pueblo los dramas
que hacen reir.
De
Villalegre a Avilés se encuentran muchos y bonitos chalets que
recuerdan los de Suiza. Sorprende encontrar tantas quintas de recreo
como han reunido los avilesinos. Verdad es que Avilés es uno de los
pueblos más ricos de Asturias. Con decir que aquí se cuenta por
pasos basta para comprender que se trata de un vecindario de
capitalistas. Los jandalos santanderinos no se conocen en esta
tierra: los que si abundan son los americanos millonarios. Pocos días
después de la restauración se presentaba al Gobernador de Santander
uno de estos avilesinos vueltos de América – Deseo – dijo al
Gobernador – que me autorice Usted para celebrar una reunión
pública - ¿Con que objeto? – dijo el Gobernador – Sin carácter
político. Deseo dar una fabada a todos los asturianos que estén en
la provincia de Santander y quieran concurrir – este avilesino
tiene mote y una fortuna de más de un millón de duros.
En
nuestro viaje a Avilés nos acompañaron el diputado Julián García
San Miguel, un demócrata que es por sufragio universal rey de este
distrito, y su hijo político el distinguido joven don Manuel Uría,
tan conocido en la sociedad, Con tan excelentes y amables cicerones
no hay que decir como nos fue en Avilés. De las casas de este
pueblo, donde las hay tan hermosas como las de los Marqueses de
Ferrera y de Santiago y la de la Señora viuda de Campa, una de las
mejores es la del Sr. San Miguel. En ella se hospedo el Rey Don
Amadeo de Saboya. El Sr. San Miguel nos obsequió con un esplendido
almuerzo. Lhardy no habría podido darlo mejor.
Avilés
es un pueblo más pequeño, pero más alegre y pintoresco que Gijón.
Las modernas casas tienen cancela como las de Andalucía y
habitaciones para un solo vecino. Sólo les falta el patio. Verdad
que en Sevilla hace necesarios los patios el calor, y en Avilés los
haría imposible la humedad. Tiene una iglesia parroquial donde los
arqueólogos encuentran no poco que aprender y los aficionados a la
arquitectura mucho que admirar; un casino y un liceo, que rivalizan
en ofrecer bailes y distracciones; una plaza para mercado, digna –
cuando esté concluida – de una población de
primer
orden, calles con portales como los de la Plaza Mayor, aunque más
bajos, con los cuales no hay ningún impermeable que pueda competir
en los días lluviosos, un bonito paseo de estatuas de bronce, una
ancha vía y un puerto tan hermoso y limpio como si fuera el de un
estanque en una quinta de recreo.
Todo
esto, la baratura de fondas y hospederías, la proximidad de la playa
de Salinas, a un cuarto de hora del pueblo avilesino, las cercanías
de verdes montañas y blancos caseríos, hacen de Avilés una
residencia de verano, inmejorable. No cuando el ferrocarril atraviese
el pajares, mucho antes, cuando la empresa del Norte y la del
Noroeste se pongan de acuerdo para establecer, durante los mese de
verano, trenes de recreo a Oviedo y Gijón, Avilés será – y bien
lo merece – una de las estaciones balnearias más favorecidas por
los madrileños.
El
día que nosotros estuvimos por Avilés, nos hablaron de una
alcaldada cometida por el juez contra el alcalde y el Ayuntamiento de
Avilés, a la cual no han sido extrañas las maquinaciones de los
conservadores.
Hablarnos
de esto en Avilés, era tanto como decirnos que la serpiente había
entrado en el Paraíso.
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