- Derribar la escalera de piedra exterior.
- Tapiar a cal y canto la puerta, dejando sólo un portillo capaz para el paso de un hombre y dotándole de una escalera practicable de madera.
- Cubrir de tejas el almenado para mejor reguardo de comodidad de los centinelas.
- Instalar cuatro piezas de artillería “la una dellas pasamuro bueno y tres bersos dobles buenos, para defensa del dicho castillo y para poder dar aviso a la tierra, porque de la dicha villa no podía ser visto sin açer deligençia de avisar con una pieça de hartillería”
- Completar los 50 ó 55 pies que faltaban de barbacana hasta unirla con el castillo, dotándola también de pasamuros y alzando un codo la cerca existente.
- Comunicar una y otra con la fortaleza mediante una tronera
- Construir sobre la puerta principal y su portillo sendas pedreras con sus canes y murallas, mas otras dos cruzadas con las anteriores, que permitan la más fácil defensa de aquellos
ENTAMU
El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.
Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.
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