ENTAMU

El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.

Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.

viernes, 5 de enero de 2018

ASOCIACION CORAL AVILESINA 1904 - 1915

Extraído de “Avilés 1900-1951” de Manuel Fontanillas. Año 1951

Asturias, con su hermana gemela, la siempre sugerente Galicia, tiene un alma y un alto sentido musical, como corresponde a unas regiones en que la belleza fue cautivada en su paisaje vario que va, desde la montaña al valle, y desde aquí desciende hasta la cinta doblada de quiebros de sus ríos para enlazar con la majestuosa grandeza del mar, cuyas ramificaciones dan como producto una serie de rias, en las que riman perfectamente esas canciones, tesoro fabuloso de un folklore que si agrada al indígena, subyuga y apasiona al forastero por su variedad de matices, reflejos esplendidos del paisaje y de la orografía peculiares de estas dos regiones en cuya creación puso Dios lo mejor de su mano maestra.

De esa pasión por el canto y la música es, sin duda, una de las más destacadas, nuestra villa, en la que, al nacer el actual siglo, cuyo promedio historiamos en esta publicación, contaba con dos magníficos orfeones, temidos adversarios en cuantos certámenes se celebraban por aquella época en las principales poblaciones asturianas. Dos masas corales, cuya rivalidad artística tenía partidarios acérrimos entre los avilesinos, defensores entusiastas y decididos unos, de los de la boina roja (La Coral) y otros de la boina azul (La Musical), radicados por aquel entonces, la primera en la Calle la Cámara, en un bajo de las llamadas Casas de San Miguel, y la otra, en los bajos del edificio que en la actualidad ocupa la Junta de Obras del Puerto en la Calle Marques del Pinar del Río (Palacio de Valdecarzana).

El año 1904, un grupo de aficionados al arte coral, constituyen el primer Orfeón, que tuvo su sede en la calle Suárez Inclan, pero desavenencias surgidas entre los componentes de la entidad, fuerzan a un considerable número de aquellos a constituirse en organismo aparte, naciendo entonces la Coral Avilesina, iniciándose así esa noble rivalidad a que hacemos alusión más arriba, entre esta, y la Asociación Musical Obrera, como en su principio se llamó la primitiva masa coral de Avilés. Esta, tuvo como directores a Don Jesús Muñiz y Don Juan Ibarra. Poco después Don Enrique del Valle dirigió la Coral Avilesina, siendo sustituido luego por Don Román Hevia, hasta la desaparición de esta entidad el año 1915, según acuerdo adoptado en junta general celebrada el día 10 de enero, siendo presidente Don Juan Álvarez Casariego, y secretario Don David González. La primera directiva, designada el 14 de diciembre del mencionado año 1904, estaba compuesta, por los siguientes señores: Presidente, Don Raimundo Menéndez, al que siete días después sustituye Don Leoncio Blanco Pérez; Tesorero, Don Pompeyo Ovies; Secretario, Don Enrique Fernández; Contador, Don Antonio María Núñez; Vocales, Don Nicanor Roza, Don Aníbal López Olamendi y Don Emilio Menéndez; Recaudador, Don Ignacio Olamendi. La actividad de esta directiva y el entusiasmo de los orfeonistas, hacen que la Coral entre seguidamente en una fase laboriosa, dedicándose sin más tregua que la exigida por los quehaceres profesionales de cada uno de los componentes, a los ensayos de las obras corales en boga en aquella época, tales como “El adiós del recluta”, “Los hebreos cautivos”, “El roble y la caña”… Y así un día y otro, en espera de ocasión propicia para contrastar en alguno de los muchos certámenes que entonces se prodigaban, el valer de aquel conjunto artístico digno rival de la “Musical”, “El Orfeón Asturiano de Gijón” y “El Orfeón Ovetense” con los que alterna en Gijón el año 1906 en unión de las masas corales de Mieres y Langreo, y en cuyo certamen la Coral se adjudica el primer premio de interpretación, el premio consistía en medalla de plata y 1000 pesetas en metálico.

A partir de este premio tan honroso, los elementos de la Coral, fuerzan, si cabe, su entusiasmo y su afición, hasta el extremo de capacitarles para actuar en Madrid, en cuyo Teatro de la Princesa dan un soberbio concierto la noche del 4 de Abril de 1906 poniendo en escena el boceto de costumbres asturianas “La Esfoyeta”, letra de Marcos del Torniello con ilustraciones de música popular e interpretado por el cuadro escénico del Orfeón, en el que figuraban María Cabo, Rosita Méndez, Pascuaza Fernández, América Rodríguez, Delfina Robes, Cesar Blanco, Ignacio Fernández, Jesús Martínez, Cesáreo Solares y Julio Vega, acaudillados por el director de escena Don Leoncio Blanco Pérez. Como nota curiosa, hemos de registrar el hecho de que el propio Marcos del Torniello hubo de interpretar uno de los personajes de “La Esfoyeta”, sustituyendo a uno de los actores que se había puesto enfermo.

Si el triunfo de la “Coral” fue rotundo, no lo fue menos el conseguido por el pianista Benjamín Orbón y el tenor Don Ángel Álvarez, aclamados por el auditorio que llenaba por completo las localidades del popular coliseo madrileño, en el que hizo acto de presencia la Infanta Doña Isabel de Borbón, quien llamó a su palco al presidente del Orfeón, Don Julián Orbón, para felicitarle por el éxito del grandioso recital, éxito repetido al día siguiente en el concierto dado en el Centro Asturiano de la Capital de España. Este mismo día, “La Coral”, acompañada de su directiva y relevantes personalidades asturianas radicadas en Madrid, visita en son de despedida, en su palacio, a la Infanta Doña Isabel. La augusta y simpática dama colmó, en esta nueva ocasión, de atenciones, la embajada artística de nuestra villa.

Ni que decir tiene, que la prensa madrileña, sin excepción de matices, se volcó como suele decirse, para dedicar a nuestro Orfeón los elogios más encendidos, así como al poeta Marcos del Torniello, al pianista Don Benjamín Orbón y tenor Don Ángel Álvarez.

Con motivo de esta excursión, que económicamente produjo al Orfeón un déficit de casi 5000 pesetas, su presidente honorario, don Ramón López, regalo una magnífica bandera. Don Ramón, copropietario entonces con su hermano Don Emilio, del Café Colón, que aún subsiste en la principalísima calle Marques de Teverga, adelantó de su peculio el importe de ese déficit a que hacemos referencia.

El mismo año 1906, la Coral participa en el Certamen de Orfeones verificado en Oviedo durante la fiesta de San Mateo. Esta vez la Masa Coral Avilesina consigue el segundo premio cantando “La Caza del Corsario”.

La Coral está en aquella época pletórica de entusiasmo, la actividad de orfeonistas y directivos es enorme. Se ensaya mucho y bien, y sus actuaciones, tanto en Avilés, como en las principales poblaciones de la provincia, son frecuentes y coronadas siempre por el éxito. Se crea una rondalla cuyo primer director fue el siempre bien recordado Sergio Blanco y así, dentro de un ambiente artístico, que tiene también mucho de educador, auella prestigiosa entidad continúa una dilatada estela de triunfos, hasta el ya citado día 10 de Enero de 1915, en que, bajo la presidencia de Juan Álvarez Casariego, y en vista de no haberse podido constituir nueva junta directiva, se acuerda, en junta general, ir a la disolución de la inolvidable entidad que tantos días de satisfacción había dado a su pueblo.

En sus once años de vida, tuvo la Coral dos directores: Don Enrique del Valle desde su fundación hasta abril de 1911, y Don Román Hevia y Menéndez Sierra, desde dicha fecha hasta la desaparición del Orfeón. Fueron sus presidentes, por este orden, los señores Don Raimundo Menéndez, Don Leoncio Blanco Pérez, Don Celestino Fernández, Don Julián Orbón, Don Juan G. Robés, Don Eduardo Hidalgo, al que sucede por segunda vez el señor Don G. Robés, Don Cleómenes F. Figuerola, Don Ignacio Suárez Bernardo y Don Juan Álvarez Casariego. Su presidente honorario, ya lo hemos dicho anteriormente, fue Don Ramón López, y, por méritos contraídos, merecieron ser designados socios de honor la señorita María Antonia Blanco Gendín, el esclarecido novelista e hijo adoptivo de Avilés, Don Armando Palacio Valdés, el diputado a Cortes por esta circunscripción, Don Julián García San Miguel, el compositor Don Heliodoro González, don Florentino Álvarez Mesa y Arroyo, popular alcalde de nuestra villa, Don José Benigno García (Marcos del Torniello), el catedrático ovetense Don Rogelio Jove y Bravo, el exquisito cantante avilesino Don Ángel Álvarez González, y el saladísimo escritor festivo y comediógrafo mierense Don Vital Aza.

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