ENTAMU

El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.

Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.

miércoles, 3 de enero de 2018

CARTA DE PEDRO MENENDEZ A FELIPE II FECHADA EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1565

Extraída del Archivo General de Indias

 
Yo partí de Puerto Rico a 15 de agosto para La Habana con los navíos con que me hallaba, para me juntar allí con el socorro de Santo Domingo para venir a estas provincias de la Florida, y viniendo navegando mi viaje pareciéndome el semblante del sol y de la luna, demostrar buenos tiempos y que si acertase a llegar a estas partes, al puerto donde los franceses estaban, antes que el Armada francesa llegase, traía bastante recaudo para le ganar y sustentar en el entretanto que el socorro de Santo Domingo me venía y la gente que me faltaba, por causa que ellos tienen hecha su fuerza, cinco leguas por el río adentro y a la entrada del río, hay una isleta de una legua, que está dentro del puerto, que de fuerza han de entrar al luengo de ella y quien ésta tuviere es señor de la mar y sustentarála con facilidad, y ningún navío podrá entrar ni salir en aquel puerto sin licencia del Alcaide que allí estuviere; y entendiendo de los tres franceses que traía, que V. M. mandó entregarme, que eran los primeros que allí habían estado, este secreto, y me dijeron que como los franceses llegasen primero que yo, fortificarían esta isla, para ser señores del puerto y de la mar; parecióme lo más acertado, pues me hallaba con 800 personas, 500 soldados para poder desembarcar y 200 hombres de mar, y los otros cien, de gente inútil de hombres casados, mujeres y niños y oficiales, que lo mejor y más acertado, era venir a buscar este puerto, para ganar esta isleta y fortificarla.

Y habiendo pedido parecer sobre ello a los capitanes y oficiales de mar y guerra, todos de un parecer, les pareció lo mismo, porque llegando primero el Armada francesa, les parecía que la guerra era acabada, porque llegada la caballería de Santo Domingo, seríamos señores de la campaña y de la mar y de la tierra y los tendríamos aislados, y por más fuertes que estuviesen, les haríamos perecer sin que pudiesen ser socorridos por mar ni por tierra; y ansi, con este acuerdo, tomamos nuestra derecha derrota a estas partes; y a los 25 de agosto, domingo de mediodía, descubrimos esta tierra sobre el Cabo de Cañaveral que está en 28 grados a la boca de la Canal de Bahama, y fuimos navegando al luengo de la costa buscando este puerto hasta los 29 grados, que eran la relación que tenía que los franceses estaban de 28 para 29 grados, y no lo hallando, corrimos hasta los 29 grados y medio, y habiendo visto fuegos en tierra, de la costa de la mar, a dos de septiembre, mandé a un Capitán saltar en tierra con 20 soldados a procurar tomar lengua de los indios para que nos diesen noticia deste puerto, y ansí él Capitán que fué, se juntó con ellos y les habló, y por señas le dijeron que el puerto estaba adelante en más altura a la parte del Norte; y habiendo vuelto el mismo día con esta respuesta, acordé otro día de mañana, de ir en tierra a verme con estos indios, porque pareció ser gente noble y llevéles algunas cosas de rescate; holgáronse mucho conmigo, y certifiquéme dellos, estar el puerto adelante, y ansí lo fuimos a buscar y partí de allí, en busca dél, a 4 de septiembre, y el mismo día, a las dos de la tarde, le descubrimos y cuatro navíos surtos sobre él, con sus banderas de Capitana y Almiranta, y estando ciertos que el socorro les era venido y que dando de súpito sobre estos cuatro navíos los podríamos tomar, acordé de los ir a embestir y estando a media legua dellos, vino muchos truenos y relámpagos y agua, que nos dejó el viento en calma y a las diez de la noche volvió a ventar, y pareciéndome que por la mañana saldrían del puerto los navíos que hobiese y más fortificación para estos cuatro, acordé ir a surgir al luengo dellos para en siendo el alba embestirlos, y ansí lo hice, que surgí en el medio de la Capitana y Almiranta con mi nao Capitaya y habiéndoles hablado que, qué hacían allí ¿y qué Capitán tenían?

Respondieron que tenían a Juan Ribao por Capitán General, y que por mandado del Rey de Francia venían aquella tierra, y qué naos éramos nosotros, y qué General traíamos? Respondióseles, que Pedro Menéndez, que iba por mandado de V. M. a esta costa y tierra, a quemar y ahorcar a los franceses luteranos que hallase en ella, y que por la mañana iría a abordar con sus navíos para saber si era desta gente, porque siéndola, no podía dejar de no ejecutar la justicia en ellos, que V. M. mandaba. Respondieron que no era buena, y que luego podía ir sin aguardar a la mañana.

Y pareciéndome que esta ocasión no se había de perder, aunque era de noche, teniendo la popa de mi nao sobre su proa, mandé alargar el cable para perlongar con él, y ellos cortaron el suyo y guindan sus velas y echan de huir, todos cuatro navíos. Podímonos aprovechar de tirar cinco piezas gruesas a su Almiranta y sospechamos la echamos al fondo porque mucha gente la desmanparó y se metió en un batel grande, a manera de pinza con 20 remos, e yendo tras ellos, metiéronse en otra nao y dejaron el batel.

Seguí, aquella noche a los tres navíos y como traigo el galeón sin mastes de la tormenta, navegaban más que yo, y al alba del día, teniéndoles alejados cinco o seis leguas, vuelvo sobre el puerto para desembarcar en la isleta 500 soldados, y estando a media legua desta isleta, salen junto della surtos, tres navíos con mucho, gallardete y bandera, y con dos banderas de Campo en tierra, y pareciéndome que no había para gastar tiempo allí, que pues esta Capitana que traigo no podía entrar dentro, y que los navíos chicos iban con gran peligro, acordé de venir en la vuelta de la Canal de Bahama a buscar puerto donde poder desembarcar junto a ellos, y a ocho leguas de su puerto por mar, y a seis por tierra, encontré uno que había reconocido antes, día de San Agustín, que está en 29 grados y medio escasos y a los seis deste, desembarqué en él 200 soldados, y a los 7, entraron tres navíos pequeños con otros 300 y los casados con sus mujeres e hijos, y desembarqué la más de la artillería y municiones que traía y estando a los ocho días de Nuestra Señora, desembarcando otras cien personas que había que desembarcar y alguna artillería y municiones y mucho bastimento, vino la nao Capitana y Almiranta de los franceses, a media legua de nosotros, representándonos combate, dándonos vueltas alrededor y nosotros surtos como estábamos, haciéndolos señas que viniesen a bordo y a las tres de la tarde, cargaron de velas y fuéronse a su puerto y yo me fuí en tierra y tomé la posesión en nombre de V. M. y fuí jurado por los capitanes y oficiales, por Gobernador y Capitán General y Adelantado desta tierra y costa, conforme a las provisiones de V. M. Halláronse muchos indios presentes, y muchos principales entre ellos; muéstranse nuestros amigos y nos parecen que están enemigos con los franceses y dijéronnos, que por dentro deste puerto sin salir a la mar saldremos al río de los franceses, adelante del castillo por el río arriba, siete o ocho leguas, que es muy buena cosa para poder llevar la artillería y el campo y la caballería, si quisiéremos desembarcar junto de su castillo, sin que su isla nos lo impida, aunque la tengan fuerte, cuando más que por tierra podemos ir con caballos y el artillería.

Yo determino de fortificarme todo lo mejor que pudiere, hasta que me venga el socorro y dentro de tres días, despacharé a La Habana por navegación breve, que con la ayuda de Dios, pienso que irán dentro de ocho o diez días y enviaré pilotos, para que el socorro se venga con toda brevedad a este puerto, que venido que sea, yo me daré tal maña, con el ayuda de Nuestro Señor, de ganarle la isla deste puerto y plantar el artillería sobre su fuerza, porque con la caballería, espero en Dios, de hacerlo a mi salvo y ser señor de la campaña. Dícennos los indios deste puerto, que son diez navíos, los que les han venido de un mes a esta parte, y que tienen muchos caciques por amigos, y ansí tenemos por cierto han de venir sobre nosotros con los indios que tienen amigos, y lo mismo sobre este galeón y como tiene tanto bastimento y artillería dentro, y municiones, sería totalmente nuestra destrucción si nos lo tomasen, y si vienen sobre él, según tiene poca gente, corre peligro, porque ha 15 días que lo traigo en esta costa, muchos bajíos y corrientes, por llegarme junto de los puertos para los reconocer y para descargar lo que ha descargado; está junto de tierra, que con cualquier travesía o mal tiempo que venga, se perderá, y ha menester por lo poco, para acabar de descargar y lastar, otros quince días y en este tiempo o de temporal o de los enemigos, sería misterio escapar con todo lo que dentro tiene, y ansí he acabado de descargar dél, todo el artillería y municiones que traía, y lo envío a la Española o Monte Cristo o Puerto Real, que se esté allí hecho lonja, con cantidad de bizcocho que no puedo descargar y algún vino, y enviaré allí, por este bastimento para el mes de enero que viene, porque hasta todo diciembre, queda bizcocho y con la buena regla que tendremos, haremos que dure para todo enero, y si conviniere para el principio del verano, que este galeón salga de Armada a esta costa, que será señor desta mar; en el entretanto que yo me hago más poderoso en la tierra y para impedir el socorro que a los franceses le puede venir hacerlo he, si la Audiencia de Santo Domingo paga el sueldo que se debe, para se aparejar y lo paga a la gente y lo bastece, que, sin esto, no hay poder salir, por no poder tener posibilidad para pagarlo. La mayor falta que me parece que tengo de tener, ha de ser de caballos, porque de los de Puerto Rico, no llegó acá ninguno vivo, sino uno, y conviene que cada soldado tenga caballo, para ser señor de la campaña y impedir que los indios no traten con los franceses, ni los franceses salgan de su fuerte, que como los indios vean esto y que los franceses nos temen y que podemos más que ellos, todos serán nuestros amigos y esto procuraré con todas las diligencias posibles por importar mucho para ganar con ellos reputación y nos teman; y para que nos amen, les haré todos los regalos posibles. Yo me hallo con dos chalupas de cada 70 o 80 toneladas, muy buenos navíos y que demandan muy poca agua y los envío a La Habana, que cada uno traerá 40 caballos, si allí hobiese orden para ello, sería gran negocio. Yo escribo sobre ello al Gobernador y le envío una obligación cuando V. M. no los mandare pagar, que yo los pagaré; y venido que sean estos navíos con los caballos o sin ellos, luego los enviaré a Puerto de Plata. o Monte Cristo para que carguen de caballos y escribiré a la Audiencia de Santo Domingo, los pague y tenga prestos, y cuando no quisiere, les enviaré obligación de pagarlo, porque el mayor costo que los caballos tienen, son los navíos y marineros, que 40 caballos que un navío puede traer, puede costar, uno por otro, mil ducados, que han de ser caballos de campo, de hueso y trabajo y de vaqueros, y el navío que los hobiere de traer hecha carpintería, pagados marineros y sueldo y bastimento, y aparejar y fortificar a los navíos, y a dar carena y traerlos aparejados para esta costa, como conviene que ha de ser con cables y anclas dobladas y aparejos, tendrá de costa cada barcada, dos mil ducados por lo menos. De mí, esté V. M. cierto, que si tuviese un millón más o menos, todo lo gastaría y expendería en esta empresa, por ser tanto de. Dios Nuestro Señor, y acrecentamiento de nuestra Santa Fe Católica y servicio y autoridad de V. M., y ansí tengo ofrecido a Nuestro Señor, cuanto en este mundo me diere, tuviere, ganare, adquiriere, será para meter el Evangelio en esta tierra y alumbrar a los naturales della, y ansí lo prometo a V. M. Convendrá que V. M. escriba luego al Gobernador de Puerto Rico, Audiencia de Santo Domingo, Gobernador de La Habana, que todas las veces que navíos míos aportasen por allí. les den todo favor y ayuda y los caballos que yo enviaré a pedir, con sola la comida y bebida y no otra cosa, y que no sea caballo que abaje de 25 o 30 ducados y que éstos sean los mejores que el precio que hobiere en la tierra que las sillas y frenos que habían de costar más, no quiero que me los den, que yo enviaré a España por ellas, y desta manera, aunque sea a costa de mi hacienda, yo tendré con brevedad recaudo de caballos en estas partes, y V. M. me hará merced de mandarme pagar este gasto que yo hago, en cosas que se ofrecerán y V. M. fuére servido. Y porque dentro de pocos días escribiré a V. M., no tengo de presente en esta, más que decir, sino que la gente que conmigo ha venido, trabaja con gran ánimo y voluntad que parece que visiblemente Nuestro Señor los esfuerza y anima para ello, de que yo tengo grandísimo contentamiento. Con los primeros 200 soldados, envié dos capitanes a tierra, que fué Juan de San Vicente, hermano del capitán San Vicente, y Andrés López Patiño, soldados viejos, y para que hiciesen una trinchea en el lugar más cómodo en que se fortificasen y recogiese la gente que desembarcase para se defender de los enemigos, si sobre ellos viniesen; e hiciéronlo tan bien, que cuando yo desembarqué, día de Nuestra Señora, a tomar la posesión de la tierra en nombre de V. M., parecía que habían tenido un mes de espacio, y si tuvieran palas, picazadones y cesorias de hierro, no lo pudieran mejor hacer, aunque destos materiales no traemos ningunos, porque el navío que los traía, no ha llegado.

Traigo herreros y hierro, para hacerlos hacer con brevedad y ansí lo haré; y como desembarque, reconoceremos el lugar más cómodo que nos pareciere para nos fortificar en él, porque a donde estamos no lo es, y esto nos convendrá hacer con grandísima brevedad, antes que los enemigos den con nosotros, que ocho días que nos den de espacio, nos parece que lo haremos. Tengo nombrado por mi Lugarteniente y Maestre de Campo, a Pedro Menéndez de Valdés con quien tengo concertado casar una hija y a quien V. M. hizo merced del hábito de Santiago, que contra mi voluntad y abscondidamente se embarcó en Cádiz; es soldado de Italia de cinco o seis años, criado en galeras, hombre de buen entendimiento y seso, con quien la gente tiene todo contentamiento. Y tengo nombrado por Sargento Mayor a Gonzalo de Villarroel, buen soldado de buena casta y seso.

He nombrado diez capitanes, toda gente de casta y confianza y los más dellos, de experiencia y los que no la tienen tanta, aunque son pocos, dádoles por Sargentos y Alférez, soldados de Italia diestros en la guerra y cada compañía de 50 soldados, no más; y venida la más gente, reformaré estas compañías de infantería y caballería, porque conviene que haya poca gente en las compañías, para las buenas disciplinas de los soldados, y que sepan bien ejercitar las armas en poco tiempo y que los indios sean muy bien tratados y que los capitanes se armen de arneses fuertes de paciencia, para pasar los trabajos y de humildad y obediencia a su General, y al que esto no hiciere y no se supiere dar maña para ello, quitarle el cargo, y no por eso dejaré de honrarle, y no siendo para estos trabajos, podrá entonces comer y dormir a pierna tendida; y desta manera pienso gobernarme el tiempo que estuviere en estas partes. Los capitanes nombrados son los siguientes: Bartolomé Menéndez, mi hermano, Capitán ordinario de V. M. en la mar; Juan de San Vicente, Andrés López Patiño, Diego de Alvarado, Alonso de Medrano, Francisco de Recalde, Martín Ochoa, Pedro de Larrandia, Díego de Amaya, Francisco de Mojica. A Diego Flores de Valdés, he traído por Almirante desta Armada y lo enviaré a La Habana dentro de tres días con las dos chalupas, para que traiga el Armada que allí está, y venido que sea, si trae los navíos de Asturias, tendré razonable recado de hombres de mar, en especial donde es el Diego Flores de Valdés y Esteban de las Alas y Pedro Menéndez Márquez, mi sobrino, que cualquiera dellos es bastante para gobernar el Armada de la mar; y en mi compañía traigo a Diego de Amaya, a quien he dado compañía de infantería por ser hombre diestro y general en todas cosas y gran marinero; trújelo de España por piloto Mayor y ha servido muy bien; éste traeré siempre conmigo en campo, con su compañía para las pasadas de los brazos de los ríos y navegación de bergantines y bateles que hemos de tener para navegar por el río y pasar el artillería y en esto me ayudará mucho. También hay entre esta gente y la que ha de venir de Vizcaya, muchos caballeros bisoños y otros buenos soldados que con gran voluntad y amor, vienen a servir á V. M. Convendrá que V. M. les escriba agradeciéndoles la jornada y ofreciéndoles todo favor y merced, porque los animará a pasar con más ánimo todos trabajos y peligros; y según esta tierra es grande, lo más acertado será en su tiempo repartir, con el que lo mereciere della, para que traiga sus deudos y parientes y se plante el Evangelio con más fundamento de gente noble. Convendrá que V. M. mande, que con cada caballo que yo metiere con mis navíos en estas provincias, me den maíz para el año primero, porque aunque no venga todo con los mismos caballos, cada cuatro meses yo enviaré por él, y para adelante, pasando el año, daré orden de sementeras y maizales para que tengan acá que comer, porque en ninguna manera conviene quitarlo a los indios porque no nos tomen enemistad, antes nos convendrá dar de comer a los que no lo tuvieren para que nos tengan amor y buena amistad. Siete o ocho leguas de aquí, donde desembarqué a dos de septiembre a hablar a los indios que nos dieron noticia que el puerto de los franceses estaba más al Norte, hallamos grandes muestras de oro subido y bajó, que los indios traían consigo colgado de las orejas y labios y brazos. No consentí quitarles ninguno, porque no entendiesen que eran nuestra codicia aquella, aunque a un soldado dieron un poquito de más de 22 quilates. N. S. guarde y acreciente la Católica Real Persona de V. M. con acrecentamiento de mayores Reinos y Señoríos como la cristiandad lo ha menester y los criados de V. M. deseamos. Destas provincias de la Florida, 11 de septiembre de 1565 años.-De V. M. humilde criado que sus Reales manos besa, Pero Menéndez


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