Extraído de larevista "Nailos" de Enero del 2014:
Entre
los años 1959 y 1961 se agregó un nuevo cuerpo a los pies del
templo, demoliéndose el inmafronte original. (Garralda García
1970:138-142, 2007:81 y ss.). Este nuevo antecuerpo occidental consta
de una cripta, que acaba de ser ampliada mediante la incorporación
del subsuelo de los dos tramos más occidentales de la nave medieval.
Esta actuación estuvo precedida por la excavación arqueológica de
la superficie afectada por la obra, la cual fue llevada a cabo bajo
nuestra dirección entre los meses de agosto y noviembre de 2012.
Esta intervención se realizó a instancias del Servicio de
Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, constituyendo la
primera actuación arqueológica llevada a cabo en el solar del
Convento de San Francisco.
La
ampliación de la cripta suma 53m , si bien la superficie abarcada
por la excavación arqueológica fue algo superior, alcanzando 60m
aquella en la que se profundizó hasta el nivel del substrato rocoso
(Figura 1). El registro cronoestratigráfico excavado correspondió
mayoritariamente a los niveles de ocupación funeraria de épocas
Bajomedieval y Moderna. Concretamente exhumamos los restos de 266
enterramientos, que abarcaban grosso modo un arco cronológico
comprendido entre el último tercio del siglo XV y la primera mitad
del XVIII (Ríos González e.p.).
Los
restos del foso de fundición de campanas salieron a la luz debajo de
los enterramientos más antiguos, en la zona central del área a
ocupar por la ampliación de la cripta (Figura 2). Su planta estaba
definida por dos cubetas circulares, de aproximadamente 2m de
diámetro, unidas en un plano ligeramente secante y alineadas
perpendicularmente con respecto al eje mayor de la iglesia (Figuras 3
y 4). Su excavación fue realizada sobre el substrato geológico de
areniscas y margas yesíferas del Triásico (IGME:1973). El alzado
máximo conservado apenas alcanzaba 50cm, una mínima parte de la
altura que debió de poseer originariamente. Ello se debe en buena
parte a su destrucción intencionada tras la finalización del
proceso de moldado, pero también a la continuada alteración
generada sobre el registro sedimentario por el secular uso de la zona
como camposanto. Consecuentemente, no se conservaron restos del
paleosuelo vinculado al uso del foso, ni tampoco del horno en el que
se fundió el bronce.
El
segmento meridional del perímetro de la cubeta S, que era pisado
ligeramente por la zapata de una de las pilastras que soportan el
coro alto, estaba orlado por cinco pequeñas fosas subcirculares. Por
su parte en la zona central era visible una especie de base,
singularizada por estar conformada por una tierra diferente a la del
substrato litológico, caracterizada por su porosidad y tonalidad
grisácea.
La
cubeta meridional mostraba evidentes efectos de una exposición a
altas temperaturas. Su perímetro se rodeaba de un anillo en el que
las margas del substrato estaban rubefactadas, presentando un intenso
color rojo. Su superficie interior estaba además completamente
endurecida e incluso vitrificada en algunas zonas, incluidas las
cinco pequeñas fosas subcirculares del borde meridional. Este
fenómeno se relaciona con la existencia de cantos silíceos en
asociación con las margas del substrato; a los que se suma el
contenido de manganeso, causante de que las superficies vitrificadas
adquirieran una tonalidad averdosada.
Por
su parte la cubeta septentrional carecía de señales de rubefacción
o de otros indicios de haber estado sometida a la acción del fuego,
al margen del fino lecho de cenizas que recubría su fondo y sobre el
que abundaremos más adelante. Consecuentemente, la identificamos
como una fosa de carácter auxiliar, destinada a facilitar el acceso
a la cubeta sur, además de facilitar el tiro del fuego que se
utilizó para calentar el molde.
La
parte conservada de ambas cubetas estaba rellena con los aportes
genera- dos por la propia actividad de fundido y la subsiguiente
destrucción del molde y fosa. Concretamente se pudieron
individualizar dos depósitos, cuyas características son las
siguientes:
•
Depósito de relleno de coloración rojiza compuesto de arcilla
rubefactada.
Colmataba el tramo superior de la parte conservada de las dos cubetas
y sobre él se excavaron las fosas asociadas a cuatro
enterramientos (E266, E246, E247 y E248).
•
Localizado debajo del anterior y formado por aportes generados por la
destrucción del molde y las paredes de la fosa. Compuesto
básicamente por arcilla, piedra caliza disgregada - que daba a la
matriz un tono gris blanquecino - y terrones margosos rubefactados y
vitrificados. En asociación con este nivel se recuperaron también
restos de cobre de tamaño reducido.
Debajo
del segundo de los rellenos descritos, y sobre la fase de ambas
fosas, excavamos un lecho de cenizas. Su grosor era ligeramente
superior en la cubeta septentrional y presentaba la peculiaridad de
estar asociado a una presencia abundante de conchas de moluscos muy
fragmentadas. En asociación a este estrato recuperamos una punta
formada por una lámina de cobre doblada. Recogimos asimismo varias
muestras de carbones, de las que dos de ellas proporcionaron
dataciones radiocarbónicas prácticamente coincidentes, resultando
perfectamente coherentes con la fecha de fundación del convento.
Conclusión:
El
foso de fundición de campanas localizado en Avilés presenta algunas
peculiaridades que lo singularizan frente a la mayor parte de las
instalaciones de este tipo que han podido ser estudiadas
arqueológicamente en la Península Ibérica. Este hecho quizá pueda
relacionarse con una cronología relativamente temprana, en torno al
año 1270, que resulta anterior en al menos dos siglos a la de los
fosos que se ajustan con cierta precisión al proceso de elaboración
que ha llegado hasta nuestros días a través de la tradición
transmitida por los artesanos campaneros.
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