ENTAMU

El último año del siglo XIX, vio la llegada de mi abuela a la vida, en el humilde y pescador barrio de Sabugo; vio la llegada de mi abuelo, que con su familia mirandina, desembarcó en el puerto de Santander, trasladándose a la Calle Nueva de Avilés. Llegaron a bordo del barco Alfonso XIII, procedentes de Santa Clara (Cuba), él apenas tenía tres años, sus padres no habían ido a hacer la Habana, habían ido de criados de unos señores de Galiana, y regresaron con cuatro reales, con los que abrieron el bar Casa la Rubia.

Cuento todo esto, porque mi abuela, es una de las mayores responsables de mi interés por la historia de nuestra villa; Sus historias sobre cosas acontecidas en la villa, como el hambre que pasaba en los principios del siglo XX, el vampiro de la Magdalena, el bar que poseía mi bisabuela, la fabrica de baldosas de mi abuelo, etc., me hicieron empezar a investigar sobre nuestro pasado. No es que mi abuela fuera una gran contadora de historias, pero recuerdo que a mediados de los años 80, cuando la televisión programaba la serie Raíces, esa serie hizo que empezará a interesarme por mis antepasados, ¿quiénes eran? ¿cómo vivían? ¿de donde procedían?, ahí empezaron las preguntas a mi abuela, de sus respuestas salieron nombres como Gertrudis, Benita, el Sargento “Pates”, Pepe “El Cristo”, etc. Veinte años más tarde, me regalaron un libro: “Avilés Memoria Gráfica”, cientos de fotografías del Avilés de primeros del siglo veinte. En ese momento renació mi interés por nuestro pasado, pero no solamente por mis ancestros. Esas imágenes hicieron que retomará con fuerza la realización de mi árbol genealógico, pero también mi interés por lo que es toda la historia de nuestra, villa milenaria.

viernes, 26 de enero de 2018

UN INCENDIO EN 1885

En la "Luz de Aviles" del 27 de Abril de 1885:

"Poco antes de las nueve de la noche de ayer, las campanas de la parroquial de Sabugo anunciaban al vecindario un incendio. Ocurría este en la fábrica de aserrar que Don José Cueto tiene establecida, colindante al ex-convento de la Merced, las llamas se presentaron tan imponentes desdelos primeros momentos, que el público aparecía ente el sinietro verdaderamente impresionado, y casi sin esperanzas de poder dominarlo, Así que las gentes no sabían a donde poder acudir. Infinidad de tablas que había próximas a los tendejones, presos de las llamas, se hacía la necesidad de apartarlas, y esta fue la primera ocupación de las personas que alli llegaron, otras muchas procuraban entre tanto poner a salvo los humildes enseres de muchas familias que ocupan el convento de la Merced, donde existen tres escuelas, el colegio de segunda enseñanza que dirige Don Domingo Álvarez, el cuartel de la guardia civil, empleados del ayuntamiento y el asilo de las hermanitas de los pobres. En esta parte del edificio las llamas aparecían sobre el patio del asilo, y el pánico fue muy grande entre los pobres. Uno de estos, de muy avanzada edad y enfermo de peligro, fue recogido en una casa de la calle de adelante, donde espiro el infeliz a los pocos momentos. Donde las llamas mas amenazaban al ex-convento fue hacia el colegio de segunda enseñanza, cuyas ventanas y alas del tejado fueron quemadas. Gracias a lo apacible de la noche, mas que a otra cosa, pues los auxilios que pudieron prestarse fueron bastante deficientes, el fuego quedó localizado a la fábrica del señor Cueto.
Cuando llegaron las bombas del ayuntamiento y de los señores Orobio y Compañía, el incendio se presentaba imponente, verdaderamente amenzazador, mas esto no obstante y la escasez de agua con que toda la noche se luchó, pues las mujeres que la acarreaban desde muy lejos llegaron a rendirse, las llamas no se extendieron a otros tendejones próximos, ni a las pilas de tablas que ocupaban la parte posterior de la fábrica.
A las doce y media de la noche el fuego estaba dominado por completo; pero la falta de agua hizo temer que las llamas volvieran a tomar incremento, y ante este temor. El señor alcalde ordenó que las campanas de las parroquiales volviesen a dar nuevamente el toque de alarma.
Nuestra clase obrera se distiguió como siempre, presentándose en los sitios de más peligro yb trabajando sin descanso hasta el último momento.
Las autoridades todas, sin exceptuar las de la marina, los empleados del ayuntamiento y de los juzgados, acudieron al sitio del siniestro desde el primer instante de alarma y contribuyeron todos con sus disposiciones, a salir de la situación crítica y desesperada en que la magnitud del siniestro colocaba al vecindario de Avilés.

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